23/2/10

Convocatoria 2ª sesión Sábado 27 de febrero 2010 a las 12:00

Convocatoria a la 2ª sesión del Club de Lectura "La Torre"
Os espero a todos el sábado 27 de febrero, a las 12 h. en la Btca. Joan Churat i Saurí, para comentar la última lectura, los Poemas de Ben Sahl de Sevilla.
rocío
Texto y contexto "Poemas" de Ben Sahl de Sevilla
Debemos recordar que Ben Sahl nació en 1212 y murió en 1251, por tanto, le tocó vivir el final de la historia de Al-Andalus, y el avance cristiano.
1212 fue el año de la batalla de las Navas de Tolosa, y Sevilla fue ocupada por los cristianos en 1248.
Al-Andalus (s. VIII-XV)
Al-Andalus es el nombre con el que se conoce al estado musulmán implantado por los árabes tras su invasión de la Península a principios del siglo VIII, y que perduró durante casi ochocientos años hasta la unificación de España por los Reyes Católicos en el siglo XV.

Se llama hispanomusulmanes a los habitantes de la España musulmana, o Al-Andalus, que profesaban la religión de Mahoma. Aunque había entre ellos quienes descendían de árabes y bereberes, venidos a la Península durante la conquista o posteriormente, muchos otros eran de origen hispanogodo, convertidos al Islam.

Pero en Al-Andalus vivían también cristianos –a quienes se llamaba mozárabes porque imitaban las costumbres de los musulmanes- y judíos. La España musulmana fue, así, un país donde tres religiones –musulmana, judía y cristiana- convivieron pacíficamente.

En cierta medida, la civilización de Al-Andalus fue el resultado de las influencias mutuas entre estos tres grupos. Gracias a los numerosos conocimientos recibidos de los árabes orientales (y que éstos habían recogido, a su vez, de bizantinos, persas, hindúes y chinos), Al-Andalus fue, en su tiempo, el mayor foco de cultura de Europa. Los sabios hispanomusulmanes divulgaron la filosofía de la antigua Grecia, abrieron nuevos rumbos marítimos con la brújula, enseñaron la numeración india con el sistema decimal, idearon nuevos métodos de irrigación para los campos, fabricaron papel para sus libros de ciencia.

La huella de Al-Andalus está todavía presente en muchas costumbres españolas, en la arquitectura y en la lengua castellana.

La decadencia del Reino visigodo.
Al iniciarse el siglo VIII, el Reino visigodo, cuya capital era Toledo, estaba sumido en una crisis política y social provocada por el empobrecimiento de la economía, las frecuentes sequías, el hambre de las clases más desfavorecidas, el desprestigio creciente de sus monarcas y la rivalidad entre la nobleza.

Una de las causas principales de la caída del Reino visigodo fue el carácter electivo de la monarquía, que impulsó a luchar por el trono a las principales familias nobles. La cohesión interna del Estado fue desmoronándose, hasta acabar en una inevitable guerra civil, de la que se aprovecharon los musulmanes, llamados para apoyar con sus armas a una de las facciones.

Invasión de los árabes y el Califato Omeya.
Los nuevos gobernantes musulmanes, que establecieron su capital en Córdoba (719), pactaron con los nobles godos que les habían ayudado a entrar en la Península, respetando sus posesiones y privilegios. Aunque el Islam pasó a ser la religión oficial del nuevo Estado, llamado Al-Andalus, no se obligó a nadie a convertirse. Por el contrario, se permitió a cristianos y judíos practicar sus religiones, e incluso los musulmanes compartieron las iglesias con los cristianos antes de edificar sus propias mezquitas.

Al-Andalus continuó siendo una provincia del Imperio islámico hasta que Abderramán I (756), único superviviente de la dinastía derrocada de los Omeyas, llegó a Córdoba, se proclamó emir y declaró al país Reino musulmán independiente. Se iniciaba sí el período del Emirato Omeya, durante el cual los sucesivos emires hicieron de Al-Andalus el país más adelantado del Occidente, mejoraron su economía, su agricultura y su industria, y la convirtieron en un foco de cultura.

Casi dos siglos después, Abderraman III (912) se proclamó califa de los hispanomusulmanes (929), dando comienzo al Califato de Córdoba. Bajo su reinado, la España musulmana llegó a su máxima expansión, cubriendo las tres cuartas partes de la Península y anexionándose Tánger y algunas zonas del Magreb. La espléndida corte de los califas, donde brillaron las ciencias y las artes, fue trasladada a una ciudadela edificada al norte de Córdoba, la famosa Medina Azahara.

Almorávides, Taifas y Almohades.
A la muerte de Almanzor (1002), ministro del califa Hishem II, al-Andalus entró en un período de inestabilidad política, que acabó con la caída del califato y de la monarquía Omeya. La España musulmana se dividió en una veintena de pequeños reinos, llamados Taifas. Las rivalidades entre éstos permitió a los reyes cristianos avanzar en su reconquista. Los hispanomusulmanes solicitaron ayuda a los almorávides (al sur del actual Marruecos), que se enfrentaron con éxito a los cristianos, pero destronaron a los reyes de Taifas, convirtiendo Al-Andalus en una provincia del reino almorávide (1086).

Los almorávides, que habían llevado una vida sobria en la Berberia, se entregaron en Al-Andalus a la vida de lujo y placeres que habían arrebatado a los reyes de Taifas. Aprovechando su decadencia, otra dinastía africana bereber, los almohades, conquistó sus posesiones en Marruecos, mientras los almorávides eran destronados en Al-Andalus. Después de otro corto período de reinos de Taifas, los almohades invadieron la Península a mediados del siglo XII (1146), gobernándola hasta la derrota en las Navas de Tolosa (1212, año de nacimiento de Ben Sahl) frente a las tropas aliadas de Castilla, Aragón y Navarra.

La derrota de los almohades en Las Navas de Tolosa (1212) señaló el comienzo del declive musulmán. Por tercera, y última vez, Al-Andalus se dividió en varios reinos de Taifas. Aprovechándose de las luchas internas avanzaron los reinos cristianos. Acorralado, el Reino Nasrí de Granada sobrevivió durante casi dos siglos y medio, gracias a la protección natural que le ofrecían las sierras a su alrededor. Pero acabó como estado vasallo de Castilla, y tuvo al fin que rendirse a los Reyes Católicos, cerrando así la historia de casi ocho siglos de la España musulmana (1492).

El avance cristiano.
La colaboración de los monarcas cristianos en Las Navas de Tolosa representó el fin del poder musulmán en la Península, al mismo tiempo que supuso nuevas orientaciones en los reinos hispánicos: castilla y León iniciaron la marcha hacia el Estrecho; Navarra orientó su política hacia Francia, al impedirle castellanos y aragoneses la expansión hacia el sur; Portugal se volcó en el Atlántico, y la corona de Aragón emprendió su expansión por el Mediterráneo.

Las tentativas castellanoleonesas para poner fin a las discordias entre los dos reinos culminaron en el matrimonio, celebrado en 1197, entre Berenguela de Castilla y Alfonso IX de León, de cuya unión nació Fernando III, rey de Castilla desde 1217 y de León a la muerte de su padre en 1230. Fernando supo alternar la diplomacia y las armas para imponer su autoridad en ambos reinos, vencer la oposición interior de algunos nobles y extender las fronteras del reino unificado hasta Murcia y gran parte de Andalucía. Fragmentado el reino almohade, en 1224, Fernando desarrolló una política de alianzas con los distintos reinos musulmanes, apoyando a unos en contra de otros, a cambio de la entrega de numerosos castillos y de grandes sumas de dinero; esta política le permitió, en una segunda fase, ocupar los reinos de Córdoba (1236), Jaén (1238), Murcia (1242) y Sevilla (1248). Sin embargo, el reino de Granada pervivió gracias a la colaboración de su monarca con el rey castellano.

Los efectos económicos y sociales de la conquista cristiana, y de la subsiguiente repoblación, fueron múltiples y complejos. En Castilla y León, para marchar a las zonas ocupadas, los campesinos malvendieron o abandonaron sin más sus tierras, facilitando así la concentración de éstas en pocas manos y la creación de latifundios, que surgieron igualmente, con mayor importancia y extensión, en Andalucía, aunque en esta zona fueron creados y favorecidos por los reyes al pagar mediante donaciones de tierras los servicios prestados en la conquista por militares, nobles, obispos y Órdenes Militares.

El dominio de Sevilla y de su comarca permitió la apertura del Mediterráneo occidental a la navegación europea, lo que obligó a Castilla a crear una flota capaz de mantener defendida la costa y de impedir o dificultar el paso de nuevos invasores africanos. Por otro lado, dicha apertura y el menor coste del transporte marítimo contribuyeron a que se abandonaran o perdieran importancia las rutas terrestres que unían el Atlántico con el Mediterráneo, Flandes con Italia. Sevilla y Lisboa fueron puntos centrales, núcleos en los que convergían los productos mediterráneos negociados y transportado por los italianos, genoveses principalmente, y los artículos ingleses, flamencos y franceses.

La introducción de este comercio provocó un cambio de mentalidad, de graves repercusiones económicas y sociales: la tierra, símbolo de la riqueza y del poder en épocas anteriores, cedió su puesto a los objetos suntuarios; se consideraba más rico el que más joyas y vestidos lujosos tenía, y todos, grandes y pequeños, nobles y plebeyos, rivalizaban en la ostentación de la riqueza, sin que pudieran impedirlo las prohibiciones reales, efectuadas en las Cortes castellanas de 1258 y 1268 y en las portuguesas de 1254; en ellas se pretendió reducir el gasto y evitar la confusión externa entre los distintos grupos sociales: determinados paños, calzado o adornos sólo podrían ser utilizados por los nobles o por la jerarquía eclesiástica, no por los escuderos, los simples clérigos o los burgueses enriquecidos gracias a las actividades comerciales.

BIBLIOGRAFÍA.-

Así vivían en Al-Andalus. Jesús Graus. Ed. Anaya, 2003.
Al-Andalus. Los Omeyas. Daniel Cuñat. Ed. Anaya, 1991.
La expansión del Islam. María Isabel Varela y Ángeles Llaneza. Ed. Anaya, 2001.
La Edad Media en España. El predominio musulmán. José Luís Martín. Ed. Anaya, 1995.
La Edad Media en España. El predominio cristiano. José Luís Martín. Ed. Anaya, 1995.

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